Betty Elms, una joven aspirante a actriz, llega a Los Ángeles para convertirse en estrella de cine y se aloja en el apartamento de su tía. Allí conoce a la enigmática Rita, una mujer que padece amnesia a causa de un accidente sufrido en Mulholland Drive. Las dos juntas deciden investigar quién es Rita y cómo llegó hasta allí.
He aquí que me encuentro en la vicisitud de hacer una crítica de una película de la que creo que no he entendido ni la mitad. A ver, creo que me entenderéis todos aquellos que la habéis visto (o la habéis visionado varias veces) pero he estado peleándome con el argumento durante toda la película, descartando opciones y posibilidades, haciéndome mis propias pajas mentales para que, al final, haya llegado a la conclusión de que Lynch es un cabrón. De los grandes.
Inevitablemente voy a soltar algún que otro SPOILER, así que podéis dejar de leer a partir de AQUÍ. ‘Mulholland Drive’ es Lynch, MUY Lynch. Cierto es que no soy un gran seguidor de su obra, pero por lo que he visto está claro que es un exponente máximo de su película. Sus últimos veinte minutos de metraje es, en verdad, el film, donde se nos relata la trama principal, mientras que todo lo anterior pertenece al mundo de los sueños.
Lynch nos cuenta la relación lésbica de dos actrices, Diane y Camila. Ambas terminan su relación debido a que Camila se ha enamorado del director de una película que rodó. Cuando Diane se entera, contrata a un asesino a sueldo para que la mate, pero cuando descubre que ha cumplido con el encargo, se suicida destrozada por el arrepentimiento. Punto final.
Pero eso no es lo que a Lynch le parece más importante y aquí es donde entra la jugada que a algunos les parecerá maestra y a otros una patochada: la mayoría del metraje son los sueños de Diane cuando se va a dormir después de haber contratado al matón. Es la única forma de explicar todo este embrollo y dónde todas las piezas encajan. Fijémonos por ejemplo en la escena en la que el matón intenta eliminar a su objetivo y una serie de catastróficas desdichas le suceden. Está claro que Diane se arrepiente de haberlo hecho. Por eso, durante gran parte de la película presenciamos una serie de situaciones y al final otras: vemos situaciones, escenarios cambiados o mezclados o actores desarrollando distintos personajes. Con todo y con eso, hay piezas que no llego a situar del todo, como la secuencia de los dos amigos en el restaurante y el desenlace de la extraña figura (por muy onírico que sea, siempre se sueña con uno mismo) o el momento del teatro (demasiado extravagante para mi gusto).
Pero creo también, que es lo que tiene este director: ofrece un espectáculo único, extraño, que atrapa por momentos y te suelta de golpe cuando piensas que has encontrado la explicación lógica a lo que está pasando en pantalla. Si la volviese a ver otra vez, sabiendo a lo que me enfrento, quizás terminase de encajar todo el puzle, pero la sensación que me deja a día de hoy, es que he tenido suficiente con verla una vez.
La vi hace tiempo y no recuerdo nada. Podría volver a verla justo después de leer tu crítica y no notaría que hay spoilers en tu texto y estaría igual de pérdida que la primera vez… Eso sí, a pesar de todo, creo que Lynch mola 😉