En la traicionera frontera de la ciudad de Samurai Town, un ladrón de bancos sin escrúpulos es liberado de la cárcel por un pudiente señor de la guerra conocido como The Governor para que encuentre a Bernice, su nieta adoptiva, que desaparecido sin dejar rastro. Para garantizar que cumpla su palabra, el ladrón es obligado a llevar puesto un traje de cuero que se autodestruirá en un periodo de cinco días. En su aventura buscará no sólo encontrar a la chica, sino también redimirse de sus pecados.
Más allá de que realice películas mejores, peores, buenas o malas, la carrera cinematográfica de Nicolas Cage es digna de estudio. Tipo valiente donde los haya, es capaz de afrontar papeles de lo más arriesgados, sin temer la repercusión que pueda tener en su carrera. Así, algunas decisiones cuestionables le han relegado a un segundo plano del estrellato Hollywoodiense… bueno, eso y sus arriesgadas interpretaciones.
Quizás por eso, o porque su locura no tiene fin, ha decidido ponerse en manos del director japonés Sion Sono y sumarse al barco de esta extravagante ida de olla que, a cada minuto que pasa, más consigue que ponga los ojos como platos. Sono ha intentado juntar tantas cosas a la vez, tocar tantos palos, que el resultado termina yéndose a pique.
Cage encarna a un ladrón de bancos que debe recuperar a la nieta adoptiva del Gobernador, mandamás de un pueblo en el que conviven vaqueros, samuráis y geishas (de lo más variopinto vaya). Debe ir hasta el territorio prohibido de Ghostland donde encontrará aún más locura.
Hasta aquí se puede leer… y casi comprender de esta película que, tras sus dos escenas introductorias en donde comprobamos que el presupuesto se fue en la puesta en escena (de lo más colorida y llamativa) y no en la acción, continúa de forma intrigante, con la presentación del pueblo hasta la llegada al desierto. Ahí ya hay un par de escenas que me sacaron de mi sitio y que, sinceramente, me parecieron una bobada.
Pero, inmediatamente el film termina colmando la paciencia del espectador. Da rienda suelta a algunos de los peores dejes de Cage, un guión caótico, con un desarrollo difícil de comprender que dan lugar a una película densa, aburrida y por la que terminas perdiendo el interés. ‘Prisioneros de Ghostland’ es un delirante, aburrido e incomprensible viaje lleno de brutalidad y sangre.