Acusado de un acto de desobediencia que tuvo fatales consecuencias, el venerado general Irwin, un héroe de guerra, es sometido a un consejo de guerra, degradado y encerrado en una prisión militar conocida como «La fortaleza». Allí pronto se convierte en el punto de mira del alcaide, el coronel Winter, un hombre de carácter autoritario que comienza a sentirse acomplejado ante el carisma de Irwin con los reclusos.
Lo primero que recuerdo de ‘La última fortaleza’ es la que se montó porque su póster era la bandera americana del revés, significando «pésame». Aprovecharon la coyuntura del 11-S para reclamar un cambio y, así, ir estrenando los pósters de «cabezas flotantes» que tanto abundan hoy en día.
‘La última fortaleza’ es una película bastante entretenida que devuelve a Robert Redford entre barrotes, como en la inolvidable ‘Brubaker’. Ese era el gran gancho de un film destinado a un público ya «talludete» y que quería ver a Redford dárselas de listo contra el mandamás de la prisión, James Gandolfini que, para mi, está un poco desaprovechado.
Redford da vida a un general degradado (un papel en el que le viene como anillo al dedo), que es encerrado en una prisión militar acusado de desobedecer una orden. Al parecer, por ello, hubo varias muertes. En la prisión se las tiene con el dictatorial y violento alcaide.
Aunque, más o menos, nos sabemos lo que va a suceder (Redford se va ganando a los reclusos para ir promoviendo un motín que les pueda llegar a hacer libres), la película no decae en ningún momento consiguiendo ir de menos a más sin caer en el aburrimiento, con un tercio final de lo más exagerado y pirotécnico.
El Alquimista Cinéfilo 