La malvada madrastra de Blancanieves decide deshacerse de ella porque no puede soportar que la belleza de la joven sea superior a la suya. Sin embargo, Blancanieves consigue salvarse y se refugia en la cabaña de los siete enanitos. A pesar de todo, su cruel madrastra consigue encontrarla y la envenena con una manzana. Pero la princesa no está muerta, sólo dormida, a la espera de que un Príncipe Azul la rescate.

Aunque solo tiene dos años, he decidido comenzar la educación cinéfila de mi hija. Quiero que, el día de mañana, se siente conmigo en el sofá y veamos juntos la película que sea, da igual el género, cosecha y demás. Es mi sueño como padre.
Así, el otro día nos decantamos por ‘Blancanieves y los siete enanitos’ porque, en parte, aunque todo el mundo la ha visto, no estaba de más rememorar el primer clásico Disney que me viene a la cabeza protagonizada por una princesa.
Volvimos al castillo, al espejo, a la madrastra, a los enanitos, a manzana envenenada… y volvimos a la magia de un primer cuento. Qué maravillosa sensación se te queda en el cuerpo al terminar de verla. El cine de animación actual ha evolucionado de forma maravillosa, pero es curioso como el tradicional sigue funcionando. Lo vi en los ojos de mi pequeña, asustada al ver que la protagonista se perdía en el bosque y maravillada mientras cantaban los enanitos.
A pesar de los años y las adaptaciones a carne y hueso, hay que reconocer que con esta dieron en el clavo: ‘Blancanieves y los siete enanitos’ es un clásico imperdible del cine y de la animación. Para disfrutar en familia.