Julián, un divorciado de 50 años con problemas económicos, recurre a una aplicación para compartir su coche con desconocidos y, en especial, con alguien que ya no lo es tanto: Lorena, una joven que viaja a menudo a Madrid. Desde hace meses tiene un asiento fijo en su coche y últimamente también en su corazón. Julián quiere aprovechar el viaje para sincerarse con ella, pero un error a la hora de escoger el resto de los ocupantes incluye a un inquietante pasajero, que provocará un radical cambio en el rumbo de los acontecimientos.
No falla, de un tiempo a esta parte no hay película de Álex de la Iglesia que, tras su primera hora de desarrollo la vea y piense «ya está, esta es la definitiva» o «va a estar al nivel de ‘El día de la bestia’ si termina bien» o «que sí, que esta es la que va a terminar bien»… y, de nuevo, me llevo un profundo chasco.
Van unos cuantos años ya, especialmente desde ‘Las brujas de Zugarramurdi’, pero desde luego Álex de la Iglesia vuelve a sacarse de la manga una película en la que los elementos poco a poco encajan y maduran durante su arranque para terminar de forma decepcionante. Aquí, pasa exactamente eso: todo da pie a una entretenidísima road movie sobre las miserias humanas en el que el plato fuerte es que los personajes están muy bien construidos, gracias a su acertadísimo cast.
Es decir, de la Iglesia crea una locura de trayecto en el que todo son sarcasmo y risas pero, como viene acostumbrando desde hace tiempo decepciona en la resolución: Otra vez se le presentan varias opciones para acabar el invento y, de nuevo, elije la peor.
En algún momento acertará y, solo por estadística, ese día está más cerca.