Más de una década después de los acontecimientos de ‘Avatar’, los Na’vi Jake Sully, Neytiri y sus hijos viven en paz en los bosques de Pandora hasta que regresan los hombres del cielo. Entonces comienzan los problemas que persiguen sin descanso a la familia Sully, que decide hacer un gran sacrificio para mantener a su pueblo a salvo y seguir ellos con vida.
Ya en su momento ‘Avatar’ no me pareció ese gran bombazo. No era una mala película, pero creo que se aprovechó del pionero sistema del 3D para inflar su taquilla. Era una aventura correcta con unos efectos especiales realmente impresionantes. Pero, como a mucha gente, esa historia de ‘Pocahontas’ mezclada con ‘Los pitufos’ no me pasó desapercibida. Aún así, disfruté, no lo suficiente como para pedir una secuela, pero disfruté.
Cuando creía que las secuelas de ‘Avatar’ eran los padres y que James Cameron estaba ya preparando otros proyectos, más allá del séptimo arte, resulta que el amigo Cameron reaparece para ofrecernos una secuela, tardía, pero una segunda parte de uno de los mayores éxitos en taquilla del cine a nivel mundial. ¿Hype? Ninguno, una vez pasado tantísimo tiempo, pero si algo de curiosidad por ver qué se había inventado. Además, Cameron suele ser un seguro.
Ahora, trece años después, tras ver ‘Avatar: El sentido del agua’ me he quedado con la sensación de que estamos en el punto de partida. Igual, Pandora no es para mí, pero Cameron, amigo mío, nos has clavado otra vez la misma película. Que sí, que están los hijos de los protagonistas por aquí, que encontramos nuevas criaturas submarinas, etc… pero no me podéis negar que el esquema es exactamente el mismo. Pero, ¡Si hasta los villanos son los mismos!
Así, perdiendo cualquier efecto sorpresa y sin una Sigourney Weaver que aguante el peso humano de la función, ‘Avatar 2’ se me hace muy cuesta arriba. Sus tres innecesarias horas de metraje me han parecido soporíferas, no lo salva ni el gran, esperado y épico ataque final. Hay pasajes preciosos, perfectamente adornados por un CGI que vuelve a ser de diez, pero en los que no sucede absolutamente nada.
Por si fuera poco, Cameron no se guarda ni una sola sorpresa y la película cumple con el esquema que prometía, es decir, con el de la película original, dejando las cosas donde estaban pero con trece años de diferencia.
Secuelas así, no, por favor.