La Ballena: El Botón de la autodestrucción

Un solitario profesor de inglés con obesidad severa intenta reconectar con su hija adolescente en una última oportunidad de redención.

Podéis tachar a Darren Aronofsky de lo que queráis: manipulador, reiterativo, soberbio, etc… Que no vais a cambiar mi apreciación por él. Es cierto que con ‘La ballena’ no todos sus trucos habituales le funcionan. Es más, diría que es la cinta en la que está más contenido en dirección pero aún así logra una película maravillosa.

Aronofsky nos presenta a Charlie, un profesor de inglés que, por una serie de razones que iremos descubriendo en los cinco días que recorre el film, ha decidido activar el botón de la autodestrucción, no sin antes intentar dejar atados todos y cada uno de los cabos sueltos que están en su vida. Allí, encerrado entre las cuatro paredes de su pequeño piso, sin fuerza para levantarse del sofá, imparte clases a través de Zoom mientras sus conocidos intentan salvarle la vida. Charlie es una buena persona, repleta de bondad, pero que como todos ha cometido errores que intenta enmendar de la mejor forma posible y, para ello, Aronofsky nos conquista otorgando el papel de su vida a Fraser.

Charlie es un caramelo para él sí, pero Fraser no se corta y durante todo el metraje me siento asfixiado, dolido y tan fastidiado como él. Fraser hace la interpretación de su carrera traspasando la pantalla para que el espectador le quiera dar un abrazo que durante el metraje se le niega, el de su hija Ellie (Sadie Sink, que le va a comer la tostada a Millie Bobby Brown y si no, al tiempo). No tiene grandes discursos, ni gasta excentricidades ni nada por el estilo. Fraser es Charlie, punto.

Hablar de ‘La ballena’ es hablar de Fraser, pero también de las habituales obsesiones de Aronofsky, plasmadas a lo largo de sus casi dos horas de metraje. Vuelve a aparecer la religión, pero no como tema principal, así como el perdón, la culpa, la depresión y el amor. ¿Qué resulta manipulador buscando la lágrima fácil? Pues puede que sí, ¿Qué la historia del repartidor se pudo haber rematado mejor? También, pero es que me da igual porque desde el minuto uno he querido que Fraser se llevara el Oscar, mire usted.

Película pequeña, bella, tierna y que nos regala la resurrección de un actor al que es fácil quererle mucho. No necesito más.

 

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