La guerra de Hart: En tiempos difíciles la guerra se libra en cualquier parte

Durante la Segunda Guerra Mundial, el teniente Thomas Hart, un oficial de buena familia y estudiante de derecho en Yale, es capturado por los alemanes. A los pocos días de ser interrogado, es enviado a un campo de prisioneros. Una vez allí, el coronel estadounidense William McNamara, al mando entre los prisioneros, le pregunta si ha dado información al enemigo. Como Hart lo niega, es expulsado del barracón de los oficiales. Ocurre un crimen, y el oficial nazi a cargo del campo permite a los prisioneros llevar adelante una corte marcial para resolver el caso.

Me sigue pareciendo una lástima lo que sucedió con ‘La Guerra de Hart’, una película que es interesante y que tiene de todo en su metraje, pero que naufragó en la taquilla. Salió de las últimas, a raíz de toda esa vertiente bélica que inundó las carteleras del mundo post 11-S y cuando el espectador ya estaba agotado de tanta belicosidad en pantalla.

Pero es que ‘La Guerra de Hart’ es una película diferente a todo lo que pudimos ver en aquel momento. No tiene nada que ver con ‘Cuando éramos soldados’, ‘Pearl Harbour’ o las excelentes ‘Windtalkers’ y ‘Black Hawk derribado’. La película sitúa la acción dentro de un frío campo de concentración alemán, al que ha ido a parar el pobre soldado Hart, un Colin Farrell arrancando su carrera, junto a otro montón de soldados. Allí, conocerá al General McNamara y al resto de la tropa que conviven en tan inhóspito lugar. La llegada de dos pilotos de color trastoca la vida en el interior de los barracones. Se hace patente el racismo de algunos soldados con la presencia de estos soldados que también luchan en su favor y supondrá la causa raíz que llevará a un asesinato y su posterior juicio.

Sin desvelar mucho más de su argumento, que pasa de la propuesta bélica, al drama carcelario o el judicial en cuestión de minutos sin perder un ápice de interés. La película se sostiene sobre una gran ambientación, puesto que es ver el campo de concentración y mi mente pensar en ‘La gran evasión’, y un buen reparto. Todo ello rematado con un gran tercio final que consigue que el clímax vaya in crescendo.

Farrell está bien como ese soldado con un secreto que quiere hacer las cosas bien. Willis está muy cómodo como ese general carismático y duro que hará lo impensable por sus hombres. Además, mencionar a Marcel Lures como el Nazi a cargo del campo, que juega con los allí presentes como si de piezas de ajedrez se tratase.

Una de esas películas que te quedas a ver, tirado en el sofá, siempre que la pasan por televisión. A mí, me encanta.

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