David, arquitecto, y Diona Murphy, agente inmobiliario, son un matrimonio felizmente casado y bien avenido que, por culpa de un traspié económico, ve peligrar su nivel de vida. En Las Vegas, donde buscan un golpe de suerte en el juego que les traiga algo de dinero, un maduro y apuesto multimillonario ofrece a David un millón de dólares a cambio de pasar una noche con su mujer. A pesar de las dudas iniciales, ambos acaban aceptando la propuesta, con inesperadas consecuencias.

Esta película de Adrian Lyne es mítica donde las haya. Era pequeño cuando se estrenó, pero no se me olvida el gran revuelo que causó, debido a la combinación que surgía del reparto que había en frente y de lo estimulante que resultaba su punto de partida. Es inevitable pensarlo, ¿Qué haríais vosotros?
Resulta que el muchi-millonario encarnado por Robert Redford (por cierto, muy cómodo en su papel de seductor podrido de dinero) se encapricha de Demi Moore (sin lugar a duda, belleza suprema por aquel momento, sin olvidarnos de lo buena actriz que es, que se me rompe el alma cada vez que la veo llorar), mujer de Woody Harrelson (que no está mal como pobre incauto, más comedido que de costumbre, pero también es verdad que lo podríamos cambiar por cualquier otro). Le ofrece una fortuna por pasar una noche con su mujer y, ahí empieza el lío porque, claro, hablamos de mucho, mucho dinero.
Es curioso como todo el mundo se queda en la parte más “carnal” de la propuesta, pero es lógico porque, al fin y al cabo, es lo que te lleva a verla. En realidad, lo que Lyne elije hacer, sobre todo en su parte final, es una película de corte romántico, inmiscuyendo en los pormenores de la pareja y los celos y contra celos que causa aceptar esta proposición indecente. Es de esas películas a las que un segundo visionado la sienta fenomenal y aprecias ciertos detalles que dejas de lado cuando la ves por primera vez.
‘Una proposición indecente’ es puro cine de los noventa que recomiendo recuperar o volver a ver.