Ambientada hace 300 años en la Nación Comanche. Naru es una joven guerrera, feroz y altamente hábil, que se crió a la sombra de algunos de los cazadores más legendarios que deambulan por las Grandes Llanuras. Cuando el peligro amenaza su campamento, se dispone a proteger a su gente. La presa a la que acecha y, en última instancia, se enfrenta, resulta ser un depredador alienígena evolucionado con un arsenal técnicamente avanzado, lo que deriva en un enfrentamiento cruel y aterrador entre los dos adversarios.
Confieso que este monstruo es uno de mis preferidos del mundo cinematográfico. Guapo, desde luego, no es, pero algo tiene que me hace caer una y otra vez en sus garras para que vaya a verle al cine. Me suelo pasar bastante bien con cada nueva entrega de esta saga, a pesar de lo repetitivo que pueda parecer el argumento “Predator caza lo que sea y más vale que corras”. También voy a decir que me llevé un chasco importante con la última versión de Shane Black. Estando él detrás me esperaba una película mucho mejor que el desastre que vimos en pantalla, sobre todo en su último acto.
Por el contrario, sin esperar nada de ‘The Prey’, me he encontrado una película sorprendente, que es capaz de coger la esencia de la saga y llevarla a un contexto completamente diferente. Ya hemos visto cómo se las gasta este bicho en la selva, en la ciudad e, incluso, en un planeta diferente. Me parece un gran acierto situar la acción en una época distinta y que le toque lidiar con indios de la colonización. Lo que, a priori, podría parecer una lucha desigual, gracias al valor y buen hacer de su protagonista, se convierte en una caza que va ganando en importancia según pasan los minutos.
Es una de esas películas que reclaman un puntito de paciencia al espectador y, si no estás dispuesto, es mejor que te bajes del carro. El director sigue la regla de sembrar para, después, recoger y el caso es que ambas cosas las hace muy bien. La primera parte, con la presentación de personajes y los detalles de lo que nos vamos a encontrar me ha resultado de lo más interesante. Era como estar viendo ‘Apocalypto’ con un Predator por medio.
Cuando la película se mete en faena consigue dar lo que el espectador espera de ella: sangre, alguna que otra víscera y una batalla inimaginable entre la nativa y el bicho, pero que funciona perfectamente. Aquí, me parece muy importante la labor que realiza Amber Midthunder, eje de la historia y sobre la que va a recaer que esto vaya funcionando conforme pasan los minutos. La chica consigue que me la crea más a ella que al musculado de Brody en el tercio final de ‘Predators’
Es una gozada, un disfrute. Sin duda, una de las películas del año.
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