Competencia oficial: ¿Basta con intérpretes fantásticos?

En busca de trascendencia y prestigio social, un empresario multimillonario decide hacer una película que deje huella. Para ello, contrata a los mejores: un equipo estelar formado por la celebérrima cineasta Lola Cuevas y dos reconocidos actores, dueños de un talento enorme, pero con un ego aún más grande: el actor de Hollywood Félix Rivero y el actor radical de teatro Iván Torres. Ambos son leyendas, pero no exactamente los mejores amigos. A través de una serie de pruebas cada vez más excéntricas establecidas por Lola, Félix e Iván deben enfrentarse no solo entre sí, sino también con sus propios legados.

A un importante miembro de la industria farmacéutica se le mete entre ceja y ceja que quiere producir una película para que su figura gane prestigio. Ha llegado a una edad en la que quiere dejar algo por la que ser recordado y, así, contrata a la directora más histriónica y con más talento que puede encontrar, se hace con los costosos derechos de una famosa novela y el proyecto empieza a coger forma cuando esta le sugiere contratar el reparto: dos actores de distinta edad y metodología.

A partir de aquí, asistimos a las distintas sesiones de lectura de un guión sobre la historia de dos hermanos enfrentados que me termina resultando más atractivo que la propuesta inicial, basada única y exclusivamente en el choque de egos y toda la labor de preproducción de la que el espectador nunca es partícipe y que, según te interese ese mundillo, puede parecerte más o menos curiosa.

Con escenarios inmensos con Madrid que sirve de plató principal, la película no es más que un interesante vehículo para el lucimiento de un trío de actores principales que lleva muy bien el peso de la función y cuyo empuje logra los momentos más divertidos y emotivos del filme, pero que termina divagando demasiado hasta diluirse hacia su abierto y poco satisfactorio final. Se me ocurren muchas formas de terminar la película mejor que esta.

Bastante cómoda en su papel, Cruz sorprende con una interpretación alejada de lo que normalmente nos suele ofrecer, ya sea en España o en Hollywood y su directora “moderna” es divertida, excéntrica y metódica. Además, se entiende muy bien con un Banderas también muy cómodo, pero sobresaliente como ese actor que tiene el visto bueno del público y al que solo importan los galardones, aunque, no sé por qué, creo que por edad (me pega alguien más joven que él para que el “choque” sea mayor) no me termina de encajar. Óscar Martínez interpreta muy bien a la tercera pata sobre la que el filme se siente seguro, un tipo muy personal, académico.

‘Competencia oficial’ es una película entretenida y divertida a ratos, pero que daba la sensación de que podía haber sido muy más.

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