Hace millones de años, los seres cósmicos conocidos como los Celestiales comenzaron a experimentar genéticamente con los humanos. Su intención era crear individuos superpoderosos que hicieran únicamente el bien, pero algo salió mal y aparecieron los Desviantes, destruyendo y creando el caos a su paso. Ambas razas se han enfrentado en una eterna lucha de poder a lo largo de la historia. En medio de esta guerra, Ikaris y Sersi tratarán de vivir su propia historia de amor.
A pesar de que ‘Eternals’ termina dando, muy a trompicones, el espectáculo que querías y por el que has pagado la entrada de cine resulta evidente que estamos ante una de las películas más decepcionantes del universo cinematográfico Marvel. El renombre de su directora, reciente ganadora del Oscar, las expectativas generadas y la sensación de que debía ser un nuevo buque insignia dentro del MCU hacen que las sensaciones que deja sean todavía peores.
A lo mejor no era la gran pantalla lo más indicado para que la excelente Chloe Zhao debutará en el mundo del cómic con la presentación de estos personajes. Cuantas más vueltas le doy a ‘Eternals’, más sensación tengo de que una serie de televisión, de ocho o diez capítulos, la hubiera venido mejor. Así, tienes tiempo suficiente como para presentarlos, contar toda la historia que abarca en tanto tiempo y que te ves obligado a condensar. De esta forma, lo que pasa es que tenemos una película muy densa que tiene que contar años de historia haciendo que el metraje se te vaya casi a las tres horas de duración. Así, lo que tienes es una película que termina resultando aburrida y casi repetitiva.
El montaje no ayuda, con flashbacks que interrumpen la narración principal en vez de seguir una línea cronológica que nos situara un poco más. El filme pide a gritos una marcha más, algo más épico. Quiere contar tanto, tantas cosas, detenerse en tantos detalles, entre bonitos planos intimistas y paisajes preciosos que pierde el norte. Zhao quiere dejar su sello, no hacer algo impersonal y se agradece, pero no funciona. Para cuando llega el final, me da igual quien viva o quien muera, quien gane o quien pierda. Hasta las escenas post-créditos me resultaron muy irrelevantes.
Que sí, que está de moda ser inclusivo y todo lo que tú quieras, pero igual se han venido muy arriba buscando el alma de cada personaje y que sepamos que les reconcome después de tantos años en el planeta. La intensidad que demuestran los aquí presentes hacen que queden más como quejicas que como seres martirizados por el paso del tiempo, que no les deja huella externa, pero si interna. Es un concepto por el que se pasa de puntillas.
Mientras Zhao está interesada en contar el trasfondo, que hay detrás de cada uno de los nuevos héroes y filosofar sobre el universo, la existencia y, de paso, el sexo de los ángeles, nos encontramos con una cinta que está cercana a las dos horas y media de duración y que tiene muy poquita alma de blockbuster. Es más, se cuentan, con los dedos de la mano las escasas escenas de acción que, por cierto, luego no están nada mal.
Su actriz principal tampoco tiene el carisma necesario para soportar el peso de la película. La directora enfatiza en que es el personaje de Gemma Chan la que mayor dilema moral tiene, centrando en su relación pasada con Ikaris (por cierto, lo que sucede con este personaje concreto me pareció absolutamente demencial y muy metido con calzador) mientras desaprovecha a Hayek o Jolie, voluntariosas interpretes que habrían dado mucho juego. Kit Harrington está, simplemente, para cobrar el cheque y pensar en el futuro.
Vamos que, en líneas generales, es bastante decepcionante. No me resulta suficiente como para venderme la entrada a una futura secuela.
El Alquimista Cinéfilo 