En la noche más concurrida del año en uno de los restaurantes de moda en Londres, el carismático jefe de cocina Andy Jones trata de no derrumbarse ante una crisis personal y profesional que podría destruir todo aquello por lo que ha trabajado. La inesperada visita de un inspector de sanidad y seguridad alimentaria aumenta la presión sobre el personal mientras no dejan de llegar más y más clientes. Andy abronca y engatusa a su equipo indistintamente, haciendo todo lo posible para disipar las tensiones entre la gerencia y los trabajadores, mientras atiende a las ridículas demandas de sus clientes.
Es curioso el caso de ‘Hierve’, una película que resulta de lo más alucinante por la forma en la que está rodada mucho más que el fondo. Creo que el tema culinario, el qué se cuece en la cocina, relación de chef y empleados es algo que está bastante explotado y que, por tanto, no nos resulta nada novedoso. Es un formato muy explotado en televisión con Máster Chef, Top Chef y ese largo etcétera de shows que han copado con su espectáculo el prime time de la caja tonta.
El cine tampoco se ha quedado atrás, ofreciéndonos algunos manjares muy gustosos ya sean de carne y hueso o animación como ‘Ratatouille’. Así, lo que realmente nos llama la atención de ‘Hierve’ es más la forma de contarlo que el fondo porque, insisto, el fondo es más de lo mismo. ¿La forma? Eso si que es un aspecto brutal del filme, rodado en un único y larguísimo plano secuencia maravillosamente ideado y ejecutado. Debo confesar que estaba más pendiente de si había corte o descubría un fallo que de la trama.
Por eso, no logro disfrutar de ‘Hierve’ como quizás sea merecido. Sobrepasado el impacto del plano secuencia va perdiendo fuelle poco a poco pese a sus buenas intenciones de mantener en tensión al espectador con algún momento puntual de la trama. Hay cositas destacables, como la gran labor delante de las cámaras de un estresado Graham pero, en esencia poco más que destacar que lo anteriormente mencionado.