Es la historia de un chico, Fabietto Schisa, en el turbulento Nápoles de los años ochenta, donde hay lugar para alegres sorpresas, como la llegada del legendario futbolista Diego Maradona, y para una tragedia igual de imprevista. El destino interpreta su papel, la alegría y la desdicha se entrelazan y el futuro de Fabietto echa a rodar.
Menuda sorpresa mayúscula me parece ‘Fue la mano de Dios’, principalmente, por lo alejada de la grandilocuencia de sus obras anteriores. Paolo Sorrentino, el habilidoso cineasta italiano, se abre en canal para hacer su propia versión de ‘Roma’. Sorrentino quiere narrarnos hechos de su adolescencia, pero, a diferencia de la de Cuarón, sí que veo una historia detrás de todo esto.
Fabietto es él (brillantemente interpretado por el joven Filippo Scotti), pero podría ser cualquiera. Es un chico al que le gusta el cine y el fútbol. Es el eje sobre el que se mueve el filme, pero lo rodea de un montón de personajes carismáticos que te van robando poquito a poco el corazón. En especial mención, a la figura de sus padres, a los que Sorrentino retrata con auténtica belleza, como dos bellísimas personas que, cuando se van, le dejan un enorme vacío en su alma. También es importante el personaje de la tía, que es el despertar sexual del chico y que es de lo más adorable. O esa vecina anciana que jugará un importante e insospechado papel.
Pero a la vida de Fabietto hay que añadirle otro factor: Diego Armando Maradona, el mejor futbolista de todos los tiempos según él. Todo el filme transcurre durante la época en la que “el barrilete cósmico” deja el Barcelona para fichar por el Nápoles hasta hacerle campeón de liga, pasando por el Mundial en el que Maradona maravilla con sus dos goles en aquel partido contra Inglaterra. Si no eres amante del fútbol, no pasa nada, pues te parecerá una curiosa nota a pie de página que da origen al título. Pero, si lo eres, sabrás apreciar la simbología entre los cambios del chico y los momentos cumbre en la carrera del futbolista.
Quizás pierde un pelín de fuelle hacia el final, cuando Fabietto debe tomar una decisión importante (irse a Roma o quedarse en Nápoles). Pero su secuencia final es tan maravillosa, diciéndole adiós al niño que lleva dentro, que hasta se lo perdono.
“Si haces cine es para contar algo”. Pues todo lo que cuenta es absolutamente brillante. ‘Fue la mano de Dios’ me parece una película mayúscula.
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