Nueve traductores de nueve nacionalidades diferentes son contratados para traducir el último libro de una trilogía que se ha convertido en un bestseller mundial. Con el máximo secretismo, y para llevar a cabo su misión, deberán permanecer en un búnker de lujo sin contacto con el mundo exterior. Pero cuando las primeras diez páginas del manuscrito aparecen publicadas online, el trabajo soñado se convierte en una pesadilla; se desvela que el filtrador es uno de ellos y pronto se comprueba que el editor está dispuesto a todo lo que sea necesario para intentar desenmascararle.
Que no, es que no me ha enganchado en ningún momento. Vaya historia y argumento se han montado para semejante película. Y lo de ver a Eduardo Noriega con gafas y cara de paleto es digno de mención aparte.
Pero, empecemos por el principio, la película narra la historia de un grupo de traductores casi «secuestrados» que deben traducir la última entrega de un best-seller mundial. A partir de aquí, el secretismo por ser el primero en descubrir qué pasará y porque nadie se vaya de la lengua hará a sus responsables que conviertan el lugar en algo parecido a un búnker.
Con el auge de ‘Juego de Tronos’, se podría haber aprovechado muy bien el tirón y haber vendido algo semejante, pero el problema principal es que en ningún momento nos hacemos eco de la magnitud de la novela que están traduciendo.
Luego están los giros argumentales, rebuscados, que buscando la gran sorpresa que nunca llega terminan haciendo que el film caiga en la monotonía, el sopor y que termina por hastiar de lo lindo al espectador (sinceramente, roza el absurdo en más de un momento). Solo el personaje del editor es el que realmente parecía interesante. El grupo de traductores es de lo más normalito.
Ni la belleza de Olga Kyrulenko levanta esto.