En 1666, un pueblo colonial sufre una caza de brujas que tiene consecuencias letales durante siglos. Está en manos de los jóvenes de 1994 poner fin a esta maldición.
Obsesionados con dar un punto y final que concuerde con todo lo sucedido en las anteriores dos entregas y quede todo bien claro y masticable (pues, al final, esto tiene que ser un divertimento con un público adolescente que pueda disfrutarlo) esta tercera parte de las aventuras de ‘La Calle del Terror’ es, quizás, la más floja de las tres y, a la vez, un film compuesto por dos mediometrajes.
En su primera parte, viajamos hasta el pasado para entender por completo el origen de la maldición que azota el pueblo. Con los mismos actores de las anteriores películas interpretando diferentes papeles, vamos descubriendo poco a poco la verdad del asunto y entendiendo el verdadero camino que había elegido R. L. Stine para completar, de forma sabia y actualizada a los tiempos actuales, lo que le demanda su público objetivo. La trama está bien pensada y realizada por lo que, para cuando volvemos a la actualidad, solo falta ver cómo solucionamos el entuerto.
Es, por eso, la segunda parte la que verdaderamente da al espectador lo que anda buscando, volviendo al sitio que mejor le sienta a la trilogía, la del slasher puro y duro, la de los monstruos asesinos persiguiendo a los protagonistas y viendo quién puede ser la siguiente víctima. Todo queda bien resuelto al final, salvo esa mini-escena que da posibilidad a una siguiente secuela.
A pesar de que, como digo, me parece la entrega inferior, me ha resultado entretenida, completa y satisfactoria. Inevitablemente, cuando ves por dónde van los tiros, se vuelve un pelín predecible, pero también os digo que me sigue pareciendo una trilogía la mar de curiosa para disfrutar del verano.