El descarado y brillante empresario Tony Stark/Iron Man se enfrentará a un enemigo cuyo poder no conoce límites. Cuando Stark comprende que su enemigo ha destruido su universo personal, se embarca en una angustiosa búsqueda para encontrar a los responsables. Este viaje pondrá a prueba su entereza una y otra vez. Acorralado, Stark tendrá que sobrevivir por sus propios medios, confiando en su ingenio y su instinto para proteger a las personas que quiere.
Una vez que se ha bajado del carro de la dirección Jon Favreau (quizás por las críticas a su secuela o porque le apetecía meterse en otros jardines), es el turno de Shane Black, afamado guionista durante la década de los 90 afincado en Hollywood que decidió encargarse de la tercera entrega de las aventuras en solitario de Tony Stark.
Esta vez, a diferencia de su predecesora, no tiene un mundo que expandir, es más, tiene un universo bastante sólido que protege sus espaldas por lo que Black puede dar rienda suelta a sus habituales «obsesiones». Así, ‘Iron Man 3’ es una película de superhéroes que se parece a las producciones de los 90, con tics de buddy movie (el rollo Stark / Rhodes), metemos niño de por medio y alguna que otra frase lapidaria marca de la casa. Pero todo encaja dentro del universo. Shane Black se ciñe a lo impuesto por Marvel sin perder su esencia y eso es un punto a favor.
Si bien es cierto que la trama del Mandarín resulta un poquito decepcionante (porque la venden tan sumamente bien en el tráiler que luego uno lo ve en pantalla y se lleva un pequeño chasco), las escenas de acción (más rudimentarias, más caseras, menos «ordenador», obligando a Downey Jr. a esforzarse y no poner el piloto automático) suplen esas carencias logrando que las complicadas secuencias de tiroteos y explosiones funcionen dentro de complejos escenarios.
En definitiva, una tercera entrega ligeramente superior a la segunda pero inferior a la original que podría funcionar como un buen ¿punto final? a las aventuras del superhéroe, al menos, en solitario.
El Alquimista Cinéfilo 