Cuando la famosa fotógrafa Christina Eames muere inesperadamente, su hija Mae Morton se queda confundida, enfadada y llena de preguntas. Cuando encuentra una fotografía escondida en una caja de seguridad, Mae comienza a investigar la vida de joven de su madre, comenzando al mismo tiempo un apasionado e inesperado romance con un periodista, Michael Block.
Con la que hay preparada con el Coronavirus, dudo mucho que la mejor forma de reflotar el cine sea con propuestas como esta, la verdad. El caso es que uno termina picando porque el tráiler estaba muy bien montado y resultaba lo suficientemente llamativo como para que la echara un ojo, algo que ha sido un tremendo error.
Porque, sinceramente, uno ya no está para estas pasteladas del montón. A lo mejor es que ya no soy el público objetivo de este género, pero creo que es más que la película es un tostón importante. Chico, periodista con el guapo subido, se interesa por la historia de una fotógrafa recién fallecida y de su hija. Luego está la conservadora del Museo de Queens en New York, a la que no-pero-sí, le mola. Sumadle momentos melosos con música de piano alternada con jazz, cultura afroamericana y tenemos todos los ingredientes de la película.
El caso es que tantas idas y venidas dentro del romance, termina haciendo que pierda el interés en saber si acabarán juntos o no (porque, en el fondo, sé cómo acaban estas cosas). Además, los diálogos sobre Drake tampoco me atraen en exceso y, aunque los protagonistas no están mal, no me caen excesivamente bien los personajes.
En resumen, una de esas de las que pintaba mejor de lo que, en realidad, termina siendo.