Fantasía medieval que reescribe la leyenda del Rey Arturo desde un punto de vista completamente nuevo: a través de los ojos de una hechicera adolescente con un misterioso y poderoso don. Tras la muerte de su madre, Nimue emprende una expedición para encontrar a Merlín y entregarle una antigua espada, y halla un compañero inesperado en Arturo, un humilde mercenario. A lo largo de su viaje, Nimue se convertirá en símbolo de coraje y rebeldía contra los aterradores Paladines Rojos y su cómplice, el rey Uter.
De verdad que lo he intentado, pero, finalmente, he decidido abandonarla en el tercer episodio. El caso es que la historia de los caballeros de la mesa redonda, de Arturo y de la espada Excálibur siempre me ha encantado, pero es que no puedo. Y, ya sabéis, la regla de los tres episodios me sigue pareciendo de lo más justa: si en tres episodios no te ha enganchado (son tres horas de tu vida), no lo hará jamás.
Porque aunque intenta tirar del empoderamiento femenino para ser algo novedoso, actual y ganarse al gran público, en ningún momento la realización me engancha. La factura está bien, sin duda, no deja de ser un producto de Netflix, pero todo lo demás me parece malo tirando a bochornoso. Este mundo fantástico repleto de seres extraños que se mueven en la oscuridad, con más o menos poder, no me queda del todo claro por muy buena heroína que sea Katherine Langford.
Nada me atrapa, todo me aburre y me parece un capítulo desclasificado de la última temporada de ‘Juego de Tronos’ a la que han introducido una historia de amor al más puro estilo ‘Crepúsculo’.
Vamos, que no es para mí. Que la disfrute quien quiera.