Cuando, tras cien años de confinamiento, Drácula es al fin liberado, se encuentra en un mundo dominado por la tentación y el caos, donde encaja a la perfección: es el siglo XXI. Decide viajar a los Estados Unidos, un lugar perfecto para seducir bellas jóvenes y luchar por la conquista del poder. Pero lo mueve también otra razón: sabe que en algún lugar de Nueva Orleans hay una joven que es la única persona del mundo que comparte su oscuro legado.
Pues el caso es que uno comienza a ver ‘Drácula 2000’ sabiendo que es una película que no ha pasado a la historia por su revisión del mito, pero con cierto interés. La historia arranca bien, original y además está Christopher Plummer para darle algo de empaque (vale, y Jennifer Esposito) así que me engancho a la historia y veo hacia dónde va a ir a parar esto.
Pero no, a los quince minutos todo comienza a desinflarse. El castillo de naipes que el guión ha construido, pronto se derrumba por la realización de Patrick Lussier y la nula aportación de la trama. Es decir, ‘Drácula 2000’ se conforma con ser «una versión más», sin ofrecer nada nuevo, pero absolutamente nada. Pronto se convierte en un slasher más de caza con vampiros de por medio cuyo final roza la vergüenza ajena.
Así, Gerard Butler está desaprovechado y Jonny Lee Miller se queda como «el chico de la historia» y Omar Epps el «actor de color de la historia». Puede que no sea la peor adaptación del mito de la historia, pero, desde luego, para lo que ha quedado se la podían haber guardado en un cajón.