En una alejada cabaña en lo profundo de un bosque, un virus caníbal muy contagioso convierte a cinco amigos que están de vacaciones en paranoicos y hostiles seres que se intentarán eliminar entre ellos.
Esto de quedarse en casa por culpa del confinamiento no tiene que ser algo tan horrible. Es más, tienes tanto tiempo a tu disposición que te da tiempo a saldar deudas cinéfilas que tenías desde hace tiempo. Recuerdo cuando en su momento se estrenó ‘Cabin Fever’ y todo el mundo parecía hablar de ella pero a mí se me terminó pasando. Ahora veo que tampoco me perdí gran cosa. Es como si Eli Roth intentase con ‘Cabin Fever’ parecerse a Peter Jackson en ‘Tu madre se ha comido a mi perro’, pero las diferencias son rotundamente abismales.
Hoy la recupero y, si bien es cierto que creo que no ha envejecido nada bien (leo de hecho que tiene un remake bastante reciente), si que Eli Roth deja claras las bases de su cine. Hace una curiosa combinación entre adolescentes salidos (de, aprovecho para decirlo, deplorable actitud) y virus letal que termina, como el espectador podía sospechar, de forma terrible. Pero es cierto que, lo que más me chirría es la escena final, que no guarda mucho sentido.
Un extraño termina contagiando una enfermedad a unos odiosos protagonistas. Estos, muy salidos, en lo único que piensan es en pasárselo bien hasta que se ven infectados. Es un argumento que podría ser pasable si no fuese por ciertos elementos (personajes secundarios) que introduce el guión y no se sabe muy bien porqué. Es más, luego tienen poca o ninguna incidencia sobre la trama (el policía, el niño que muerde o el de la marihuana por citar alguno).
El planteamiento y algún golpe afortunado de humor no salvan una película que hace aguas por los cuatro costados.