Woody siempre ha tenido claro cuál es su labor en el mundo y su prioridad: cuidar a su dueño, ya sea Andy o Bonnie. Pero cuando Bonnie añade a Forky, un nuevo juguete de fabricación propia, a su habitación, arranca una nueva aventura que servirá para que los viejos y nuevos amigos le enseñen a Woody lo grande que puede ser el mundo para un juguete.
Cuando te sacas de la manga una tercera entrega de la saga, solo como Pixar sabe hacer, capaz de cerrar perfectamente un arco argumental que abarcaba casi veinte años (recordad, viejunos, que la original data de 1995), muy buena tenía que ser la excusa para llevarnos otra vez al mundo de los juguetes que cobran vida, con Woody, Buzz y el resto de intrépidos aventureros.
El caso es que ‘Toy Story 4’ arranca bastante bien, con una situación nueva para Woody, la de ser ese juguete excluido en el armario y la posterior creación de Forky (que de cubierto de plástico, pasa a ser basura y, más tarde, juguete). Pero aunque la película pase en un suspiro con animados gags, no se llega nunca a la emotividad de la anterior entrega. Pasa algo así como con ‘Buscando a Dory’, es una simpática secuela que se deja ver y que más pronto o más tarde se olvida de nuestra memoria.
Uno de los principales achaques que la encuentro es la de la creación de demasiados secundarios que dejan pocos minutos para el resto de los importantes: poco parecen tener que contar los desaprovechados Buzz, señor Potato, Jessie o Rex. Es como si los responsables principales de la Disney quisiesen merchandising a toda costa.
En otra época, probablemente ‘Toy Story 4’ hubiera ido directamente a video, o sus responsables de Pixar la hubieran dado otra vuelta de tuerca. El argumento iba bien, pero se pierde entre carruseles y tiendas de antigüedades.
El Alquimista Cinéfilo 
ame a forky jejej