Dos policías, uno veterano y el otro más joven y volátil, son suspendidos cuando un vídeo de sus duras tácticas de detención de delincuentes se convierte en la noticia del día en los medios de comunicación.
¿Me ha gustado ‘Dragged Across Concrete’? Rotundamente sí. ¿Me ha parecido un soberano peñazo? También, es lo que tiene el séptimo arte. Una cinta de desmedido metraje (159 minutos) que hubiera agradecido la tijera por todos los sitios es, también, la muestra de cine de género más electrizante que he visto en mucho tiempo.
Escrita y dirigida por S. Craig Zahler, trata la historia de dos policías suspendidos. El primero es un Mel Gibson en su salsa, muy cómodo en uno de esos papeles que parecen escritos para él, de agente rudo, encasquillado en una posición de la que no puede salir y con una complicada situación en el hogar. El otro es Vince Vaughn, más joven, más gracioso, más inexperto, pero con un tremendo respeto por su compañero. Los dos forman el anclaje principal de una cinta que se sostiene gracias a la firmeza de sus interpretaciones y del guión, que construye alrededor una serie de personajes interesantes aunque aparezcan poco o nada en pantalla.
Con una ausencia casi total de banda sonora, Zahler se recrea en el día a día de los dos policías con mimo, con esperas, contando cosas sí, pero haciendo que el ritmo decaiga demasiado, sea casi plomizo. A su primera hora inicial no la vendría nada mal un recorte de treinta minutos y todos tan contentos. A partir de ahí, el film va a toda mecha desde el momento del atraco (presentación de Carpenter mediante). Es la película que su director estaba deseando narrar, donde todas las piezas encajan (hasta los inesperados chistes) y donde todo va sobre ruedas. Va todo tan bien, que hasta tenemos tiempo para que Zahler meta violencia y casquería.
‘Dragged Across Concrete’ es el tipo de película que en los años 90 hubiera triunfado y que, en la época millenial, va a pasar desapercibida. A pesar de sus inconvenientes de ritmo lento, la recomendaría sin dudarlo.