Aladdin (2019): La imagen real no puede con la animación

Aladdin es un adorable pero desafortunado ladronzuelo enamorado de la hija del Sultán, la princesa Jasmine. Para intentar conquistarla, acepta el desafío de Jafar, que consiste en entrar a una cueva en mitad del desierto para dar con una lámpara mágica que le concederá todos sus deseos. Allí es donde Aladdín conocerá al Genio, dando inicio a una aventura como nunca antes había imaginado.

Sigue la factoría del ratón empeñada en adaptar los clásicos de los años 90 a imagen real, pero hasta el momento, aunque haya alguna que otra excepción, no han conseguido dar con la tecla. Ya sea por el hiperrealismo de las imágenes (como en la reciente ‘El Rey León’) o por cambios en el guión, todas las nuevas versiones no están teniendo la acogida que esperarían.

A un servidor, amante de los clásicos de dibujos animados, los cambios en la trama no le han hecho daño, es más, creo que se ha enriquecido, en este caso, al personaje de Jazmine con un par de detallitos bastante curiosos y una subtrama con el Genio de protagonista que no hace tanto daño. Seamos un poco más abiertos de mente. Si queremos la misma película que en los 90, recuperadla en DVD o Disney Channel.

Los verdaderos problemas de Aladdin arrancan con su producción. Guy Ritchie (cuyo máximo lujo ha sido el de dirigir una escena al más puro estilo videoclip) no termina de encontrar el tono correcto del film por culpa de unos decorados demasiado acartonados (exceso de corchopan). Son más parecidos a los de una película porno que a una de la factoría Disney. Este detalle, aunque pueda parecer una tontería, te saca muchas veces del film.

Pero lo verdaderamente sangrante de ‘Aladdin’ es su protagonista y antagonista. Dos fallos de casting que son nefastos y garrafales porque ni Mena Massoud (no pude dejar de pensar en que era una versión barata de Bustamante porque Naomi Scott se parecía mucho a Paula Echevarría) tiene el mínimo carisma para ser el príncipe Ali, ni Marwan Kenzari merece ser Jafar, uno de los mejores villanos. El caso de Kenzari es sangrante por complexión, altura, porte… y si encima en la versión española le dobla el mismo que Sheldon Cooper apañados estamos. Es la mejor forma de cargarte un personaje icónico.

Los efectos especiales tampoco llegan a calar del todo. Vamos con el ejemplo de Will Smith, maravilloso en el papel del Genio (Aunque, también hay que decir, que nunca hubo un genio tan genial… y ese es Robin Williams). La actuación de Smith luce verdaderamente cuando está de «cuerpo entero», es decir, en el número musical en la entrada o dando consejos en la fiesta. Pero queda sumamente extraño cuando le toca lidiar con la parte «azul» del mismo: desproporcionado en cuerpo, ojos, cara… no está nada conseguido.

Pero, a pesar de TODAS esas pegas, confieso que ‘Aladdin’ me entretuvo. No es un desastre, aunque tenga muchas papeletas para serlo. No es un mal film, pues no me aburrió en ningún momento. Pero desde luego que las cosas se pueden hacer mucho mejor.

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