Llegó el momento de dar carpetazo final a una de las series que más me ha gustado los últimos años. Apadrinada por el gran David Fincher y abalada por la crítica, ‘House Of Cards‘ se había revelado como el show que no me podía perder. La polémica que envolvió a Kevin Spacey hizo que, por unos momentos, la serie se quedara sin final pero, aquí, finalmente, está.
Si vas a continuar leyendo, ojito con los posibles SPOILERS, avisado quedas.
Francis Underwood ha muerto mientras su mujer Claire había asumido la presidencia del país, y ahora es ella quien se enfrenta a la falta de confianza de la población estadounidense, los colaboradores dudosos en su equipo, como Mark Usher, las sombras de su pasado representadas en la figura del siempre fiel Doug Stamper y los diferentes poderes fácticos que intentan o bien controlarla, o bien echarla abajo. Se enfrenta al sexismo, gran enemigo en esta temporada, pero también a unos nuevos jugadores, los hermanos Sheperd, representantes de los empresarios de bolsillos anchos y pocos escrúpulos que quieren tener la mano metida en el Despacho Oval.
No me voy a meter en camisas de once varas ni meterme en dónde no me llaman con el tema de Kevin Spacey, pero se antojaba muy complicado continuar la maravillosa ‘House Of Cards’ sin él. La sombra que había creado él y sus responsables alrededor de Frank Underwood era lo suficientemente alargada como para eclipsar gran parte del show. Así pues, si te embarcas en la decisión de ver la temporada final, debes aceptar desde el principio que él no va a estar.
Así que, como el rey ha muerto, larga vida al nuevo rey… o en este caso reina. Claire Underwood (Robin Wright) toma el relevo de su marido. Si había un villano a la sombra por antonomasia que podía mantener la atención del espectador, ese era el personaje de Claire. Siguiendo la vertiente feminista de nuestros tiempos, la serie y su personaje principal voltean el juego para dar un protagonismo especial a las mujeres. Los hombres siguen estando, Doug, Bill Shepherd… pero parece que su tiempo ha pasado. Me interesa mucho más lo que tienen que contar ellas.
El resultado, como cabía esperar, no es tan satisfactorio. Me atrevería a decir que estamos ante la peor temporada. Su corta duración, apenas ocho episodios, es la primera gran dolencia. Demasiadas tramas y conflictos abiertos como para reducirlos y solucionarlos todos. Echo en falta, tras el esperado final (ciertamente, tras comenzar su visionado, no puedes pensar en otro posible enfrentamiento final) un par de episodios más que sean un poquito resolutivos. Además, en algunas ocasiones la serie se pone demasiado «metafísica» (ese pájaro encerrado en las paredes) cuando, en realidad, nunca ha sido ese su gran objetivo principal.
Es decir, a ‘House Of Cards’ le han dado un final, no sé si adecuado o inadecuado, pero desde luego que no es desastroso (como muchos han dicho). Simplemente es un final que ya se había pasado por la cabeza del espectador habitual. Puede estar mejor o peor resuelto, pero la atención no se desvía ni en su tramo final. Eso, es un buen logro.