En 1947, Holmes vive retirado en una remota granja de Sussex con un ama de llaves y el hijo de ésta. Cumplidos los 93 años, su memoria y su capacidad intelectual empiezan a deteriorarse. Su rutinaria vida se limita al cuidado de su colmena, a la escritura de su diario y a la lucha contra su pérdida de facultades. De repente, se le presenta un caso desconocido hasta el momento.
El hecho de que Ian McKellen fuese a interpretar al legendario detective Sherlock Holmes, el personaje creado por Arthur Conan Doyle, era razón suficiente para venderme esta película a la que llego un pelín tarde para hacerle la crítica. El otro aliciente era volver a ver a McKellen a las ordenes de Bill Condon, tras ‘Dioses y Monstruos’.
Y si bien el resultado se deja ver y McKellen hace una buena composición de un personaje que siempre resulta interesante de ver y es muy atractivo para el espectador, la película lastra un ritmo tan pausadamente lento (aderezado a la edad de Holmes en el film) que es muy fácil desengancharse de la historia central.
Condon intenta dar más importancia a la nostalgia y a la angustia del personaje que a contarnos una verdadera historia detectivesca. Tampoco le estaba pidiendo a la película la acción de las cintas de Guy Ritchie (pues no procede), pero si algo más de chicha.
Es como si Condon se limitase a hacer un correcto homenaje al personaje, sin intentar escarbar un poco más. Está bien, pero podría haber sido mucho mejor.